Un día inolvidable
18 de junio de 1976. Me levanté como todos los días pero una vez más no iba a ir al tajo. Seguíamos en pie de guerra. La patronal aún no se había sentado a la mesa, acostumbrada como estaba a columpiarse con el sindicato vertical, y había que seguir apretando para que nos tomasen en serio. Había pasado la primera semana de huelga general en el sector de la construcción de Bizkaia. Aún quedaban algunas zonas a las que no se había podido llegar para paralizarlas. Era necesario conseguir el paro total para que no les quedase más remedio que admitir que éramos los únicos interlocutores de los obreros de la construcción. En la reunión clandestina de delegados del fin de semana nos habíamos organizado para montar piquetes informativos y a mí me habían tocado controlar los dos únicos sitios de la capital donde se seguía trabajando. Habíamos convocado a los voluntarios en la parroquia de S. Francisquito. El párroco nos cedía algunos locales para nuestras reuniones, pero esta vez no hic