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Mostrando entradas de septiembre, 2018

DIARIO DE UN DESLIZ

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10-5.- Estoy acojonada. Llevo 20 días de este mes más el mes pasado y la regla sigue sin bajarme. Estoy de los nervios y no puedo disimularlo. Necesito contarlo a alguien pero no me atrevo porque no sé cómo van a reaccionar o si me van a guardar el secreto. Lo más seguro será pedirle a Sonia que me diga las pruebas que le hicieron a su hermana cuando aún estábamos en el insti. No he notado ninguna de esas cosas raras que pasan a las embarazadas. No sé, igual es que aún es pronto ¡Qué rollo de mierda, en menuda me he metido! Y todo por aquel puto botellón, que perdimos la cabeza. 11-5.- Hoy en la clase de formación básica han venido unas educadoras sociales y nos han juntado a las chicas de comercio y a las de peluquería. Son unas enrolladas. Nos han estado haciendo unos juegos y unas encuestas divertidas pero muy serias. Nos han dejado claro que a los tíos no hay que permitirles un mogollón de cosas. Que si te quieren controlar el móvil, que no quieren que te mire nadie, que

Uno de tantos

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La mañana en la que Juan volvió era fría. Llovía a cántaros cuando él abrió la puerta y se quedó plantado en el umbral. No se podía imaginar que Juan hubiese vuelto a aparecer por allí. Estaba empapado hasta los huesos y no era capaz de levantar la mirada. —Supongo que querrás entrar. No te quedes ahí plantado ¿qué te trae por aquí? –No terminaba de salir de su asombro ante tal aparición. Juan entró sin levantar aún la mirada. Como toda respuesta solamente se encogió de hombros y puso cara de póker. Para desbloquear la situación le acompañó al baño y le ofreció una toalla, pero, al ver el estado de su ropa y su aspecto desaliñado, cambió de idea. —Anda, date una buena ducha caliente que es lo que mejor te va a sentar. Voy a buscar algo de ropa de la que los chicos dejan abandonada para que te puedas poner algo seco. Mientras rebuscaba en el armario del olvido, como lo llamaban en el hogar de acogida, no dejaba de dar vueltas a la cabeza. No sabía qué hacer con

Las lágrimas del bosque

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Un cuento por la paz y la convivencia Amanecía en el lejano bosque. Los últimos retazos de la neblina nocturna se iban desenganchando de las copas más altas. Aún no había comenzado el jolgorio del despertar de los pájaros. El conejo se asomó de su madriguera, alarmado al oír los berridos del corzo. Eran muy fuertes y ya había pasado la época de celo. Estos eran distintos, daban la sensación de que algo se le desgarraba por dentro. Se quedó atónito al verle descompuesto. -Corzo, amigo, ¿qué ha pasado? ¿Por qué gritas de esa manera? –le dijo saliendo rápidamente. Pero el corzo siguió, sin contestar, como un boxeador totalmente sonado, berreando cada vez con más fuerza y babeando su angustia. Parecía que le iban a salir las entrañas por la boca. Le flaqueaban las piernas y caminaba sin rumbo chocándose con los arbustos. La coneja, picada por la curiosidad, dejó a sus gazapillos cobijados y salió detrás del conejo para ver qué pasaba. -No soporto verle así –comentó de